Ella había llegado sin ser invitada, tal vez ese primer saludo había
tenido más significado del que creía, un sencillo hola que rindió fruto después
de dos años...
Se habían conocido por casualidad, estudiaban en el mismo lugar, tenían
solo una amiga en común y decir amiga tal vez era decir mucho; pero de alguna
forma y por alguna razón desconocida Ale conocía parte de su historia, los
malos momentos que había tenido y la solución que había intentado darles...
Lian era una chica sencilla, amable, tierna y especial, tenía esa
personalidad extraña que las personas que no saben quienes son odian, tal vez
por eso algunos de los chicos a su alrededor la molestaban...
Lograban dañarla y lastimarla de una forma que ni siquiera eran capaces
de entender y es que ella era distinta, era única y sabía a donde iba, tenía
tan en claro su camino que las personas al percibirlo y sin darse cuenta
temían...
Temían a una persona que sabía que el destino prepara cosas mágicas para
cada uno de nosotros, una niña que además conocía los secretos que se escondían
en los libros, en los inicios de las historias, detrás del gran roble de un
cuento o el fondo de una taza de té...
Y es que ella misma era la magia,
era la dulzura, el brillo del vestido de una novia y las notas de una canción
que pocos conocen.
Pero cuando Ale la conoció, no lo sabía, había pasado con ella un par de
sábados por la mañana; la saludaba, realizaba sus labores y se despedía...
Pero tal vez estaban destinadas a estar juntas, a enamorarse una de la
otra, a conocerse tanto que lograron enamorarse de sí mismas; era un
sentimiento extraño, Ale jamás tuvo hermanos pero estaba segura que tenerlos se
sentiría exactamente así.
Un día como cualquier otro, dos años después de ese primer saludo se
encontraron en el mismo salón y con el paso de los días, sin darse cuenta sus
bancas recorrieron los lugares hasta estar juntas.
Comenzaron a conocerse, a ser amigas y a compartir pequeños trozos de
sus vidas, a encontrar personas que las hacían sentir bien, el grupo de amigas
aumentó de número, reían, soñaban y se burlaban de los demás, de sus amores
platónicos, de los compañeros que parecían no entender nada... se volvieron
cómplices de estudio, de trabajo y de recesos en la biblioteca.
Llegó el momento de crecer, o al menos de avanzar y fue ahí donde
realmente se convirtieron en mejores amigas, les llevó 2 años decirse hermanas,
compartir todo, conocerse tanto como las barreras de cada una lo hacían
posible.
De vez en cuando chispas desconocidas aparecían e iluminaban su amistad,
renovaban los momentos y las hacían darse cuenta de que se conocían mucho pero
que tendrían la vida entera para terminar de descifrar el enigma que era cada
una.
Un día los horarios ya no eran los mismos, las responsabilidades las
distanciaban y las unían al mismo tiempo, las dos buscaban el éxito pero sus
caminos eran diferentes así que poco a poco sus senderos se separaban.
Algunos kilómetros adelante se volvían a unir en mesas de café, pláticas
en la biblioteca o en unos extraños carruajes que fueron testigos de curiosas
charlas, noches de lágrimas y momentos de silencio que dejaban al descubierto
los sentimientos de cada una.
Pero había algo que las mantenía unidas, textos que como un susurro o a
veces como un grito le decían a la otra lo que estaba pasando.
Pero esa última carta había llegado tarde, las letras decían que habían
pasado 4´ 320, 000 segundos, el mismo tiempo que un reloj parisino había
marcado mientras las cosas al rededor de las chicas cambiaban.
Ale sabía que esa no sería la última carta que llegaría tarde, pero
estaba segura de que sin importar cuanto tiempo pasara las cartas siempre
seguirían ahí, apareciendo en cualquiera de los buzones de las dos.
Textos sin previo aviso, contestaciones extrañas, llenas de letras
borrosas, de manchas de tinta que solo las lágrimas pueden formar.
Pero esas cartas seguirían ahí, sin importar cuantas horas, minutos o
segundos marcara el reloj, por que los tic tac solo significaban una cosa; que
los recuerdos, el cariño y los buenos deseos esperarían el tiempo necesario
para aparecer y escribir la primera letra en esas hojas en blanco.
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